
Como es bien sabido, el nombre de Big Brother es tomado de la novela 1984 de George Orwell, en la que un personaje se sitúa por encima de todos los ciudadanos y vigila su comportamiento para mantenerlos bajo control. Posteriormente, el nombre se popularizó en programas de televisión donde las cámaras vigilaban a los invitados que vivían en casas especiales, donde la intimidad era borrada por completo.
A la larga, los programas fueron perdiendo público y llegaron a su fin entre los bostezos del auditorio.
Ahora el tema ha revivido en Portugal, donde el Parlamento aprobó una ley sobre el uso de la videovigilancia por parte de las fuerzas y servicios de seguridad, lo cual permite la vigilancia masiva constante por vídeo y biometría de todas y cada una de las personas. Previamente, los legisladores aprobaron un proyecto de ley que permite el uso de cámaras de vídeo en los uniformes de los agentes de las fuerzas de seguridad del Estado.
La iniciativa también permite la captación de datos biométricos, como la identificación a través del rostro de una persona, aunque con mandato judicial. Esa decisión se tomó la misma semana en la que la Unión Europea mostró su «preocupación» por el uso de estas tecnologías para identificar a distancia a las personas.
Desde ahora, la Policía puede escuchar y grabar a los portugueses y turistas que se paseen por el Barrio Alto de Lisboa (en la fotografía). Dicen que así pretenden prevenir crímenes, una medida que ha levantado una gran polémica en el país.
Big Brother ha vuelto a nacer.