En la película El Lobo de Wall Street, interpretada por Leonardo Di Caprio, un escalador de la venta de acciones en Wall Street engaña a cientos de compradores, vende acciones carísimas de negocios que no valen un solo centavo, gana dinero a carretadas, comete fraudes a diestra y siniestra, organiza un ejército de vendedores que viven en fiestas carísimas, bebe como cosaco y anima a sus colaboradores a la bebida, se droga con Metacualona, enciende a la bolsa de valores con sus orgías y parece actuar con una impunidad desconocida por todos.

Lo increíble de la historia es que es cierta. Está basada en la vida de Jordan Belfort, un hombre que salió de la nada en los suburbios del Bronx, trepó con una habilidad extraordinaria por las oficinas de Wall Street, amasó una fortuna inverosímil con una rapidez de relámpago y… bueno, pues fue a parar a la cárcel.

En la cárcel conoció a un hampón con ribetes culturales que lo animó a escribir varios libros, y ahora, entre sus libros y conferencias, gana una suma muy respetable con la cual está obligado a pagar el dinero que debe a sus víctimas. Con la astucia de un zorro, se sigue escabullendo de la justicia, pero mal que bien ha pagado una buena parte de sus daños.

Y ahora ha decidido pasar a otro capítulo de su vida. Acaba de declarar que se asociará con el direcor Brett Ratner y con el multimillonario australiano James Packer, con el fin de hacer una serie de televisión con los excesos de Wall Street en los años 8O’s. Haciendo un buen cálculo, como siempre, eso le dejará más fama y dinero. Y tal vez, a diferencia del Lobo de Wall Street, arrase con todos los premios.