Ahí estaba la pequeña Greta Thunberg, quien ha asombrado al mundo con su increíble tenacidad para luchar contra el cambio climático. Pero no estaba sola. El viernes de la semana pasada, más de 4,500 huelgas y marchas en más de 120 países del orbe se sucedieron para exigir que los gobiernos pongan un alto a ese cambio climático que está dinamitando la Tierra.

En Nueva York una enorme concentración de más de 300 mil jóvenes y niños se manifestó unos días antes de la Cumbre del Cambio Climático en las Naciones Unidas, y recordó que hace dos años el Huracán María se llevó la vida de 2,975 perdonas en Puerto Rico. «El cambio climático mata» decían las pancartas.

Greta es una adolescente sueca de 16 años de edad que hace poco más de un año se salió de su salón de clases para manifestarse en el Parlamento de Estocolmo contra la pasividad de su gobierno para combatir el cambio climático, y su desplante desató un alud de huelgas estudiantiles en todo el mundo. Después de que Greta habló en la Conferencia del Cambio Climático de las Naciones Unidas el año pasado, las huelgas estudiantiles se sucedieron de manera aislada en todo el orbe semanalmente, y aparecieron las primeras manifestaciones coordinadas en varias ciudades que involucraron a más de un millón de estudiantes en cada una.

Greta dice que los gobernantes mienten, que no hacen nada, y para desmarcarse de ellos se fue a Nueva York en un velero que no lanza emisiones de gas invernadero para ser congruente con lo que dice. La pequeña es un fenómeno mediático, sin tratar de serlo.

Y los adultos, sin decirlo, empiezan a reaccionar. El Departamento de Educación de la Ciudad de Nueva York declaró que aceptaría las ausencias de los estudiantes que comprueban su participación en las huelgas para combatir el cambio climático. Es un primer paso, pero un paso al fin.