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La Casa Blanca pierde la batalla

Fue un error garrafal. En los primeros meses del año, cuando el mundo se asomaba a una pandemia inédita en su historia, Donald Trump no prestaba ninguna atención al virus. Cuando aparecía en sus reportes cotidianos, simplemente daba vuelta a la página. Sabía que era un año electoral, y su atención tenía que estar centrada en otros asuntos.

Pero poco a poco el coronavirus fue apoderándose de las ciudades y las primeras páginas de los diarios, y todos los mandatarios de los países desarrollados tuvieron que voltear a ver a una epidemia que los descobijaba ante sus electores. Ese no fue el caso de Trump. Con su indiferencia de siempre, impuso la ridiculización para todo aquél funcionario que llegase al trabajo con su cubrebocas. La política del miedo llegó a casos extremos, donde todos evitaban que el jefe de la Casa Blanca los viera con cubrebocas.

¿El resultado? Al iniciarse el mes de octubre, Trump y la primera dama dieron positivo a la prueba del coronavirus. Y junto a ellos, como si fuera la caída uniforme de una fila de cartas, una docena de los asesores del presidente empezaron a aparecer en el temible mundo de los infectados.El enemigo estaba ya en casa.

En la actualidad, se calcula que el coronavirus está matando a mil estadounidenses por día. «No permitan que esto domine sus vidas», dijo Trump recientemente.

Lo que Trump quiso evitar, desdeñando la importancia de la pandemia, terminará por acabar con su presidencia.

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