Este viernes habrá elecciones presidenciales en Irán, el país gobernado por los ayatolas que asumieron el poder desde la revolución del Imán Jomeini, que derrocó al Sha de Irán Mohammad Reza Pahlevi en 1979. Desde ese entonces, Irán se convirtió en enemigo jurado de Estados Unidos, y sus gobernantes han estado en mayor o menor medida en contra del inquilino de la Casa Blanca. Pero con ciertos paréntesis. El año pasado, después de un cabildeo que incluyó varios meses de desvelos y la intervención de diferentes agentes internacionales, el presidente Barack Obama logró un acuerdo con las autoridades de Irán en torno al congelamiento del desarrollo de armas nucleares, pero la nueva administración de Donald Trump ha declarado reiteradamente que destruirá el acuerdo. De manera que la tensión sigue siendo el patrón de las relaciones entre ambos países.
La democracia en Irán es un híbrido que combina el poder religioso de los ayatolas con los modelos electorales de Occidente. En las elecciones presidenciales vota la mayoría del pueblo, y el voto es universal, directo y secreto. Pero los candidatos no son puestos por partidos políticos, sino por el Consejo de Guardianes de la Revolución, un reducido grupo de ancianos íntimamente ligados al Islam y a las creencias shiítas. Así, aunque los candidatos se presentan como los representantes de ciertos partidos (el Partido de la Moderación y el Desarrollo, o la Sociedad del Clero Combatiente), lo cierto es que tienen que ser avalados por el círculo cerrado de los Guardianes de la Revolución.
En el pináculo de ese círculo se encuentra Ali Khamenei, Líder Supremo de Irán, un anciano de 77 años que se sitúa por encima del presidente, y que no participa en las elecciones. Es una figura religiosa que está muy lejos de las pugnas terrenales. Es elegido por el Consejo de Guardianes de la Revolución, y en última instancia por Alá. Puede morir, claro, y por eso el Consejo de Guardianes es muy celoso de las cualidades de su sucesor. El actual presidente y candidato a la reelección, el ayatola Hasán Rouhani, se apuntala como su posible heredero. Si lo consiente el pueblo con su voto el próximo viernes 18 de mayo y, por supuesto, si tiene la anuencia del Consejo de Guardianes.
Rouhani es un líder moderado, cuyo programa se basa en la reactivación de la economía, el impulso a una legislación que otorgue mayores derechos a la ciudadanía, y una política internacional de equilibrio con los diferentes países del mundo. Todo eso suena muy bien, pero desde el ascenso de Trump a la Casa Blanca Irán se ha colocado en la mira de sus acusaciones, como promotor de grupos terroristas y amenaza para el resto del mundo. Y ante eso, como se ha visto, los ayatolas no responden moderadamente.
De salir victorioso como presidente, Rouhani buscará ante todo el equilibrio. Si su nuevo enemigo es Donald Trump, su viejo aliado seguirá siendo Vladimir Putin.