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México en el estómago

Según fuentes estadísticas, la presencia de mexicanos en Estados Unidos asciende ya a más de 36 millones de habitantes. Eso significa el 11% de la población total norteamericana y el 28% de la población total de México. Es una cantidad de población muy importante en ambos países.

Mucho se ha hablado y escrito sobre las visiones que prevalecen en México y Estados Unidos sobre sus respectivos vecinos. Al sur del Río Bravo existen, a grandes rasgos, puntos de vista contrapuestos sobre nuestros vecinos del Norte. Por un lado, existe el resentimiento y la desconfianza histórica, producto de la anexión forzosa de buena parte del territorio nacional después de la guerra, y al despotismo de los norteamericanos al hablar de México. Y a la inversa, a raíz de las visiones y tergiversaciones de Donald Trump sobre la criminalidad de los mexicanos, un amplio sector de Estados Unidos piensa realmente que sus vecinos del sur son los bárbaros que se internan en su país para destruir sus valores.

Pero no todo se reduce a esas visiones encontradas. En las últimos años, sobre todo después de abandonar sus estudios políticos en la Universidad de Georgeownt, la mexicana Patricia Jinich se dedicó a la cocina, y aunque estaba lejos de la tierra donde nació, empezó a profundizar en la esencia de los guisos de México. Así llegó a la Public Broadcasting Service -la televisora estatal de Estados Unidos-, y obtuvo la titularidad de un programa sobre cocina. Y desde ahí empezó a promocionar la cocina mexicana, y ahora sus actividades culinarias son vistas por más de 65 millones de espectadores. Sus programas se reproducen en el sudeste asiático, Australia y Canadá. En sus recetas hay mole, quesadillas, tlacoyos, pipián, verdolagas, panuchos, tinga, papadzules, elotes, carnitas, barbacoa y birria. Y como tiene sólidos conocimientos de historia de México, tiene programas sobre las recetas de los conventos coloniales, la historia del mole poblano, la cocina de la Revolución.

Pati no conoce y jamás ha reproducido los tacos artificiales del Taco Bell. Tal vez por eso, aunque se crió desayunando en la Fonda Margarita de la Colonia Del Valle en la Ciudad de México, sus recetas se siguen con el rigor de la cocina de las abuelas oaxaqueñas.

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