El Día de Acción de Gracias es una celebración muy importante en Estados Unidos. Muchos dicen que es tan importante como la Navidad y el Año Nuevo. Es el día de reunión de las familias, y en muchas de ellas es el único día del año en el que se reúnen todos los miembros.
Por eso es tan importante el día. Representa la supervivencia básica de la familia.
El coronavirus ha afectado a la fiesta del Thanksgiving, pero no la ha cancelado. Hay varios ejemplos de ello. La familia de una epidemióloga planea celebrarla en un garaje, con las mesas a tres metros de distancia y las puertas cerradas. La familia de otro epidemiólogo ha renunciado a una comida tradicional para brindar al aire libre con sus vecinos. Otra familia va a cenar en una tienda de campaña en su jardín, con un calentador, un humidificador y un purificador de aire en funcionamiento
Según una encuesta informal con 635 epidemiólogos realizada por The New York Times, la gran mayoría no va a celebrar con personas fuera de su hogar. El 79 por ciento dijo que iban a cenar ese día con miembros de su familia o que no lo harían. Solo el 21 por ciento dijo que cenaría con personas fuera de su casa, y dijeron que lo harían de manera segura.
Donald Trump, mientras tanto, parece seguir viendo la epidemia en términos políticos y electorales más que en términos de salud pública. Como de costumbre, culpa a los demás de sus propios errores. Resulta inexplicable que Estados Unidos corte los fondos a la Organización Mundial de la Salud en medio de la pandemia.
Muchos factores se han conjugado para poner a Estados Unidos como la nación más afectada en el mundo por la pandemia. Su propio sistema político y territorial ha creado una confusión enorme. Pero el presidente Trump no puede eludir el hecho de que, con sus declaraciones, haya ocultado y agravado una tragedia sanitaria como nunca la había tenido el país en su historia.