El pasado sábado 31 de enero un nutrido contingente de Policía Comunitaria entró a Chilpancingo en las primeras horas de la madrugada. Ante el asombro de la policía estatal y los soldados, los comunitarios declararon que habían llegado ahí convocados por el pueblo, para defenderlo ante la amenaza permanente del narcotráfico.
De inmediato, un millar de soldados llegaron a Chilpancingo, y las autoridades militares conminaron a los policías comunitarios a retirarse del lugar a la brevedad.
Hasta ahí llegó el asunto. Los comunitarios se retiraron al poblado de Petaquillas, y el ejército se quedó para mantener el orden en la ciudad. Pero el problema continúa. La existencia de policías comunitarias al margen de la ley, tanto en Guerrero como en Michoacán, son un fenómeno que nos dice que el Estado no funciona para salvaguardar la seguridad de la población.