
Tapachula se ha llenado de emigrantes africanos. ¿Cómo es eso? Muchos llegaron de Guinea, en el centro de África, de donde escaparon por problemas políticos y sanitarios. Guinea ha sido víctima de varios intentos de golpes de Estado y por el ébola. Otros vienen de Angola y el Congo, huyendo de la pobreza. Otros más son víctimas de la trata de personas que les ofrecen el paraíso y los dejan a las puertas de la detención y la cárcel.
Los migrantes viajan en avión hasta Brasil, y de allí emprenden un largo viaje por autobuses, botes y muchas veces caminando, de Brasil hasta Perú, Ecuador, Colombia, Centroamérica y el sur de México. Las bandas clandestinas que los guían y los explotan trabajan como si fueran compañías legales; es decir, establecen acuerdos con las organizaciones ilegales locales. En esta organización, un grupo se encarga de sacar a las personas de África, otro de trasladarlos por Sudamérica y uno más de su recorrido por la región central del continente. Cuando llegan a México la misma red se encarga de llevarlos por todo el territorio hasta las ciudades fronterizas, especialmente Tijuana y Mexicali.
En los últimos dos meses, han llegado a Tapachula más de 20 mil migrantes africanos.
En el territorio mexicano las bandas suelen pagar a grupos como Los Zetas, y en el último año también al Cartel Jalisco Nueva Generación. El pasaje cuesta entre 5 y 10 mil dólares. Y solamente son expoliados. Dejados a su suerte, los migrantes africanos que llegan a Tapachula son discriminados por los dueños de autobuses llamados «Tijaneras», por no hablar ni español ni inglés.
Pero en todos los lugares hay buenos samaritanos. O samaritanas, que es lo mismo. En Tapachula está Mamá África, una mujer que admite a los africanos en su cocina familiar, y los atiende con amabilidad y bajos precios.
«A mí me preguntaron mis clientes que si prefería a los morenitos o a los mexicanos, y yo le dije que a ambas razas”, dice con una sonrisa.
(Con información de la BBC y Excélsior)