En algunos países, para regocijo de los vecinos, se acostumbra recibir año nuevo arrojando una o varias cubetas de agua sobre las cabezas de los peatones.
Como se presupone, el agua es un potente catalizador de cambio y de renovación. Pero en algunos países los ciudadanos tienen que andar por las calles con cuidado que no les caiga un balde de agua en la cabeza el último día del año.
En Uruguay se celebra «el baldazo», una práctica de raíces coloniales que consiste en tirar un balde lleno de agua por la ventana hacia la calle. Se dice que esta tradición ahuyenta las penas del año que se termina y le da la bienvenida a uno lleno de prosperidad.
Como es verano en el cono sur, mucha gente no se lo toma en serio y lo ven más como un juego, un poco molesto para las personas que reciben el agua.
Por eso en México, para prevenir un golpe involuntario, la gente grita: «¡Aguas!».