Después del intercambio de declaraciones amenazantes, no sabemos quién es más insolente, más pendenciero, más irresponsable y más peligroso. Corea del Norte y Estados Unidos juegan a la guerra en el micrófono, y el resultado puede ser una destrucción inaudita. Donal Trump dice que caerá sobre su enemigo un ataque «de fuego y furia que el mundo jamás ha visto.»
Kim Jong-il no se arredró en el terreno de las declaraciones. La agencia de noticias KCNA, portavoz del gobierno de Corea del Norte, advirtió a Washington de no embarcarse en una guerra de declaraciones con su país, y a su vez se embarcó en ello. Dijo que el gobierno de Pyongyang estaba examinando detenidamente un plan para atacar Guam, y amenazó con crear una «envoltura de fuego» alrededor del territorio. Guam es una base militar de Estados Unidos que incluye un escuadrón de submarinos, una base aérea y una flotilla de guardacostas. Se encuentra a 3,400 kilómetros de Corea del Norte, justo a tiro de piedra para lanzar un ataque atómico.
Pero, ¿realmente quieren ambos países una guerra nuclear? El sentido común dice que no. Los jerarcas de Corea del Norte saben que en un enfrentamiento nuclear con Estados Unidos pueden ser borrados del planeta en un abrir y cerrar de ojos. Y el círculo estrecho de la Casa Blanca sabe que eso puede afectar a cualquier ciudad de Estados Unidos, empezando por las de Hawái y Alaska, y terminando por las de los estados de Washington, Oregon y California.
A nadie conviene una tercera guerra mundial. Las consecuencias serían funestas en todos los sentidos. Eso lo saben hasta Dondal Trump y Kim Jong.il. Bueno, conviene creer que lo saben.