
Cuando se fundó el Frente Sandinista de Liberación Nacional contra la dictadura de Anastasio Somoza Debayle en Nicaragua, en el lejano año de 1961, un grupo de católicos de izquierda se unió a la revolución en marcha. Al frente de ellos se encontraba el poeta Ernesto Cardenal, un personaje que se convirtió en el símbolo de la Teología de la Liberación en contra de las dictaduras militares que azotaban a América Latina.
Hoy en día, muchas cosas han cambiado, menos una: la iglesia católica sigue siendo la única voz crítica contra el gobierno. Ahora los sandinistas, con el viejo guerrillero Daniel Ortega a la cabeza, constituyen el poder ejecutivo del gobierno de Nicaragua. Y ahora, también, una ola de ataques del gobierno a los líderes de la iglesia busca apagar a la única voz independiente que queda en la nación centroamericana.
Las relaciones entre el gobierno de Daniel Ortega y la jerarquía de la Iglesia católica en Nicaragua atraviesan por un momento muy difícil. El capítulo más reciente de esta confrontación fue el arresto el pasado 19 de agosto del obispo Rolando Álvarez -una voz abiertamente crítica del gobierno-, que actualmente se encuentra en reclusión domiciliaria. La Policía Nacional de Nicaragua acusa al obispo de Matagalpa, de 55 años, de «organizar grupos violentos, incitándolos a ejecutar actos de odio en contra de la población, provocando un ambiente de zozobra y desorden, alterando la paz y la armonía de la comunidad, con el propósito de desestabilizar al Estado de Nicaragua y atacar a las autoridades constitucionales». El obispo niega todos los cargos. Monseñor Álvarez -en la fotografía- es conocido por denunciar las violaciones de los derechos humanos del gobierno de Ortega, cuya postura autoritaria ha sido objeto de críticas por parte de diversas instituciones y organismos internacionales en los últimos años.
La historia se repite. Pero es difícil que surja otra revolución armada en el país.