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De la cárcel al fuego

Mientras en la Ciudad de México la población se vio azotada por un frente frío que dejó heladas las cumbres de las montañas circundantes, en California el fuego arrasó con una superficie de más de 600 mil hectáreas, dejando 12 mil casas e instalaciones destruidas, 631 desaparecidos y 63 muertos. Un cuarto de millón de habitantes se han visto forzados a abandonar sus casas. Es uno de los peores saldos en años. El norte de Sacramento y el Oeste de Los Ángeles, en llamas.

Pero en los registros hay un dato que falta: los daños ocasionados a la salud de los presos.

Cuando el fuego es muy voraz, en California tienen el hábito de convocar a los presidiarios para ayudar a combatir las llamas. Les ofrecen raquíticos pagos, pero los internos se conforman. Es un pago de 2 dólares por día, más 1 dólar por hora cuando se avivan las llamas. Eso es más que el salario mínimo en México, por supuesto, pero mucho menos que lo que ganan los verdaderos combatientes contra el fuego. Los bomberos ganan arriba de 73 mil dólares al año, y en muchas ocasiones se convierten en héroes.

Los presos, en cambio, son usados como carne para el fuego. Sus labores llegan a ser de 3 millones de horas de trabajo tratando de apagar las llamaradas, y ahorran al estado más de 90 millones de dólares que no pagan a los trabajadores libres. Sin el adiestramiento necesario, se meten a las llamas. Algunos pierden la vida. Y los demás, si quedan heridos, poca atención reciben. Después de todo, están pagando a la sociedad por sus faltas. Son humanos sin derechos.

(Información de Time Magazine)

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