El Día de la Tierra se ha convertido en un día de protesta. Tal vez siempre lo ha sido. En sus orígenes, en 1970, fue una fecha para abrir los ojos a los problemas de la sobrepoblación, la contaminación de la atmósfera y las aguas , la deforestación, la pérdida de la biodiversidad. Más que el día de celebración de la Madre Tierra, el 22 de abril fue la fecha que encendió los focos de alarma sobre la destrucción de los recursos naturales y las catástrofes que sobrevendrían.
Y ese futuro predecible ya está aquí. Pero no todo mundo lo ve. La gran mayoría de los países y sus gobiernos, después de innumerables concilios y negociaciones, ha establecido una serie de acuerdos para tratar de proteger a la naturaleza de un desarrollo depredador que fue visto como progreso. Desde la Declaración de Río de 1992 hasta la Cumbre de París de 2016, más de 200 países se han puesto de acuerdo para frenar la pérdida de los ecosistemas y combatir el cambio climático.
Eso, hasta la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca. Con la nueva administración, el país más poderoso del mundo dio un salto hacia atrás, recortando el presupuesto a las instituciones de protección al medio ambiente y negando la existencia y los efectos del cambio climático.
Hoy el Día de la Tierra sigue siendo una fecha de protesta, pero con nuevos contingentes. Ya no solo los ambientalistas. ahora los científicos de diferentes disciplinas se han sumando a las marchas. En Washington habrá una movilización que incluye médicos, geofísicos, químicos, pediatras, investigadores y técnicos. Los científicos salen a defender no solamente sus derechos como trabajadores al servicio de la sociedad, sino el carácter propio de la investigación y los hallazgos de la ciencia.
La administración de Trump ha anunciado un recorte del 31% a la Agencia de Protección Ambiental, y otro de 18% a los Institutos Nacionales de Salud. Además, los organismos encargados del combate al cambio climático perderán el financiamiento público.
Carol Greider, Premio Nobel de Medicina y profesora de la Universidad Johns Hopkins, dijo que el recorte a las investigaciones en salud implica la pérdida de la siguiente generación de investigadores en medicina. Bryan Jones, un neurólogo de la Universidad de Utah, dijo que participará en la marcha porque no quiere que cierren los laboratorios sobre Alzheimer, Parkinson, Diabetes y Ceguera, que dependen del apoyo del Instituto Nacional de la Salud.
Pero la ceguera de las nuevas autoridades va mucho más lejos del cierre de los laboratorios.