Los ataques armados en las escuelas de Estados Unidos se han convertido en rutina. El último, realizado en un Community College de Oregon, es el ataque número 45 del presente año. Es una vergüenza. Estados Unidos es el único país desarrollado en el que cualquier sicópata armado puede entrar a una escuela, un cine, una iglesia o un kínder y disparar a mansalva a todas las personas que encuentre, sin importar sin son ancianos o niños menores de 10 años.
La nueva masacre en Oregon terminó con el asesinato de diez personas. La historia se repite: un sicópata antisocial -en este caso un joven de 26 años llamado Chris Harper Mercer- ingresó a un salón de clases, preguntó quiénes eran cristianos, y abrió fuego sin clemencia contra ellos. Posteriormente, en un enfrentamiento con la policía, dejó en el suelo su miserable existencia.
Los estudios sicológicos de estos individuos concuerdan en cierto patrón costumbrista: se trata de jóvenes depresivos y solitarios, generalmente pegados patológicamente a la madre, que empiezan a coleccionar armas de fuego y literatura de ultraderecha -ya sea racista o caricaturas violentas- y terminan atacando a grupos de personas al azar. A veces, sus enemigos son los grupos afroamericanos o cristianos. Pero generalmente se trata de exterminar a cualquiera.
El Presidente Barack Obama hizo su enésima aparición en público para solidarizarse con las víctimas. Pero se veía apesadumbrado y desesperado: si los republicanos siguen bloqueando sus iniciativas para acabar con el libre comercio de armas en Estados Unidos, las masacres se van a repetir sin remedio. Qué triste.