Un artículo de NewScientist dice que en la última década hemos perdido las dos terceras partes de los elefantes de la Tierra. Los verdugos son los vendedores de marfil, por supuesto, pero el asunto se enmarca en una política de destrucción planificada por el desarrollo acelerado en el mundo.
En el Amazonas y la cordillera de Los Andes se planea la construcción de 150 presas gigantes, cuya apertura de caminos implica la deforestación de 10 mil kilómetros cuadrados. En África, China proyecta una inversión de miles de millones de dólares en nuevas minas, y los Estados Unidos junto con cuatro países emergentes -Canadá, Brasil, India y Australia- planean abrir 29 «corredores del desarrollo» en el sur del Sahara africano.
Peor aún, las 20 mayores economías del mundo tienen planeado invertir una cantidad monstruosa en infraestructura, mayor al dinero invertido en ese rubro hasta la fecha.
Nadie afirma que el mundo no necesita infraestructura y desarrollo. Sobre todo los países pobres. Pero sin una estrategia de desarrollo sustentable, la Tierra seguirá perdiendo.