
El hecho de que Robbin Williams se haya quitado la vida en su departamento ha conmovido al mundo del cine y a sus espectadores. El cómico, que hizo reir a millones con sus películas y apariciones en público, sufría de alcoholismo y una depresión profunda, dijeron los que lo conocían.
Pero hay algo que profundiza la tragedia. En un artículo de la revista Time, Jim Norton -un cómico muy cercano al occiso-, dice que Robin tenía la suerte echada, porque había en su deseo de hacer reír a la gente una devaluación catastrófica de sí mismo, una obsesión por ser aceptado para poder valorarse, y un abismo de insatisfacción con la propia imagen que lo sumergía en el alcohol y la carcajada. Su risa, dice Norton, es un deseo furioso de salir de su propia tumba.
Entre la tragedia y la comedia, la línea que las separa se vuelve invisible.
