Las aerolíneas se sienten las dueñas del aire. Y lo son, de alguna manera. Las prácticas monopólicas, el manoseo de las tarifas, la sobreventa de los vuelos, la angostura de los asientos abordo, la pérdida de maletas, el desaseo de las comidas y el maltrato hacia los pasajeros son botones de muestra de que las empresas gobiernan los cielos sin nadie que las haga rendir cuentas.
Arriba, en las alturas, la democracia no existe. El gobierno de las aerolíneas es despótico, autoritario, insolente. Como los reyes medievales.
Lo único que defiende a los pasajeros es el uso de las redes sociales. Hace unos días, un video presentó una escena notable por su violencia. Unos agentes de United Airlines sacaron a rastras a un pasajero que no quiso abandonar el avión después de haber pagado su boleto. No era un polizón, mucho menos un delincuente. Era un hombre mayor de edad que se vio arrastrado por el pasillo del avión por un par de gandules que lo trataron a jalones y lo dejaron herido.
La empresa se disculpó, claro, despidió a los agentes y dijo públicamente su propósito de enmienda.
Y ahora la vergüenza cayó sobre American Airlines, en un vuelo de San Francisco a Dallas. Un empleado de la empresa mangoneó a una mujer con dos niños, le quitó uno de los carritos de sus hijos y… ¡la golpeó con su propio carrito! La mujer terminó llorando.
Uno de los pasajeros encaró al empleado, y éste, envalentonado, lo retó a que lo golpeara.
Todo esto hubiera pasado desapercibido si otro pasajero -Surain Adyanthaya- no hubiera grabado la escena con su celular y la hubiera subido a Facebook. Pero así fue. De inmediato, la empresa se disculpó, apeló a sus valores morales, despidió al empleado, y dijo que la madre de los niños había sido compensada viajando en primera clase.
Pues esa compensación no es suficiente. La señora tiene que demandar a la empresa, y golpearla en el campo que es en realidad lo único que le interesa: el dinero.