Ayer, en la primera vuelta de las elecciones presidenciales de Francia, Marine Le Pen quedó en segundo lugar con el 21.7% de la votación. Emmanuel Macron le ganó por una nariz, con 23.7% de los sufragios. Ambos acudirán a la segunda vuelta el próximo 7 de mayo, para definir quién será el presidente -o la presidenta- de la nación.
Le Pen y Macron tienen visiones opuestas sobre Francia y su papel en el mundo. Le Pen ha declarado que, de llegar a la presidencia, en seis meses llevaría a cabo un referéndum para sacar a Francia de la Unión Europea, tal y como lo hicieron los ingleses con el Brexit. Macron ha dicho que fortalecerá no solo los lazos entre Francia y la Unión Europea, sino que tomará medidas para fortalecer a la Unión Europea en su conjunto. Promete una fuerte inversión pública en infraestructura, energías ecológicas y capacitación laboral.
Le Pen, por su parte, es enemiga de la emigración, y ha declarado que cerrará las puertas de Francia a las oleadas de migrantes árabes que llegan anualmente a las ciudades más importantes del país. Que de esa manera combatirá el terrorismo y fortalecerá la seguridad del país.
La candidata de ultraderecha tiene, tras de sí, a dos aliados muy importantes: uno de ellos es Estados Unidos; el otro es Rusia. O mejor dicho, sus aliados son Donald Trump y Vladimir Putin. No importa que después del bombardeo norteamericano a la base militar de Al Shayrat en Siria se hayan enemistado política y militarmente. Para Marine Le Pen el apoyo de ambos es estratégico. Y lo dice abiertamente. No importa que ese detalle contradiga sus discursos nacionalistas para llegar al Palacio del Eliseo.
En su twitter, Donald Trump escribió recientemente que Le Pen era la candidata más fuerte de Francia, y que los recientes ataques terroristas en Campos Elíseos tendrían una gran influencia en las elecciones. Y antes de todo ello, por su parte, Le Pen coqueteaba con el Kremlin, diciendo que levantaría las sanciones económicas impuestas por la OTAN a Rusia tras los enfrentamientos en Ucrania. ¿Por qué? Porque la señora Le Pen, detrás de su nacionalismo, lleva a cabo su campaña política con dinero de los bancos rusos. Y con la aquiescencia de Vladimir Putin.
La política es, más allá de las ideologías, el arte del pragmatismo. Por eso es posible contar con el apoyo de dos imperios aparentemente rivales. Y si se confirma que Rusia ayudó al triunfo de Donald Trump en las elecciones, más a su favor. Marine Le Pen va por el triunfo. Lo demás, es lo de menos.