En Estados Unidos, el país que va a la cabeza del mundo en términos de personas infectadas por el Coronavirus -van más de 364 mil casos-, la infección está alcanzando a una población que se creía inmune a cualquier pandemia: la policía.
En Nueva York, que se ha convertido en el epicentro mundial de los contagios, uno de cada seis policías ha sido infectado. A finales de la presente semana, se calcula que más de 6,500 oficiales de la policía se encuentran en sus casas debido a los síntomas. Nadie lo esperaba. El gobernador Andrew Cuomo está pidiendo refuerzos en términos de los equipos que necesitan sus hombres para resistir la pandemia; guantes, máscaras, gel sanitario y tapabocas, sobre todo. Los que tenían no alcanzan, y muchos patrulleros han tenido que realizar sus rondas con los rostros descubiertos.
Los policías son, por su propio trabajo, los que tienen más contactos con la gente. Y son también los más solicitados. Para eso están preparados. Pero no cuentan con el adiestramiento adecuado para atender enfermos. Menos aún si el contacto con los enfermos puede implicar el contagio de la enfermedad.
¿Y los robos, los homicidios y los asaltos a mano armada? Algunos dicen que no hay mal que por bien no venga. Resulta que, desde que se inició la epidemia, los crímenes más repetidos -robo con violencia y violación- se han reducido a 187 cada día, mientras que antes de la extensión del Coronavirus tenían un promedio de 267 cada día.
Con menos gente en las calles, los robos y homicidios han disminuido.
Menos mal.