En términos generales, se piensa que las modelos no tienen que esforzarse en pensar. Son rostros hermosos, con brazos que parecen alas, senos esculturales, una cintura finísima y unas piernas que parecen talladas en mármol. Sus cuerpos son el reemplazo de su talento. Así se venden, llenan los escaparates de modas, aparecen en anuncios espectaculares y representan los sueños húmedos del sexo masculino.

Así es Emily Ratajkowsky, una belleza que nació en Westminster, Inglaterra y se nacionalizó estadounidense. Solo que esta belleza tiene un sello particular: Emily piensa en lo que ha hecho el mundo con su cuerpo la mayor parte del tiempo, y con esos pensamientos ha sido de capaz de publicar algunos libros. Uno de ellos se llama “Buying Myself Back” (Comprando mi cuerpo de regreso»), un ensayo donde relata momentos en los que ha visto fotos e imágenes suyas compradas, vendidas y compartidas sin su consentimiento. Además, menciona el caso de un fotógrafo al que acusó de agresión sexual. Ese fue, por supuesto, el artículo más leído de la revista.

“He aprendido que mi imagen, mi reflejo, no me pertenecen”, escribió como autora principiante, Y esa frase se ha convertido en el lema de muchísimas modelos.