Lejos de respetar a los mandatarios y funcionarios públicos de diferentes naciones del mundo, la epidemia del coronavirus se ha movido a través de las fronteras de Asia, Europa y América, y ha infectado a varios jefes de Estado y altos funcionarios de diferentes países. En sus manos han caído burócratas de alto rango, desde la Casa Blanca hasta el Kremlin.
Tal vez el primer caso mundialmente conocido fue el del Primer Ministro británico, Boris Johnson, que fue internado en el hospital de Saint Thomas el pasado 5 de abril en Londres, después de que presentar un cuadro de Covid-19 de intensa gravedad.
El Ministro, de 56 años, pasó tres noches en la sala de cuidados intensivos, ya que su salud sufrió un repentino deterioro durante su estancia en el hospital.
Una semana más tarde, el 12 de abril, Johnson abandonó el centro médico, dirigió un agradecimiento videograbado a su personal, y retomó sus funciones como gobernante dos semanas más adelante.
También han sido víctimas del coronavirus el presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández, su esposa y dos colaboradores cercanos; igualmente resultaron positivos Kimberly Guilfoyle, quien es la nuera de Donald Trump y fue la encargada de recaudación de fondos para la campaña de reelección del Presidente.
El caso más difundido y alarmante fue el del presidente Jair Bolsonaro de Brasil, quien negó la importancia del virus hace algunas semanas, y que se encuentra a la cabeza del segundo país con más número de contagios y de muertes por la pandemia, solo abajo de Estados Unidos. Bolsonaro ha declarado muy sonriente que se encuentra fuera de peligro, pero su campaña de desprestigio fue orquestada con mucho éxito por sí mismo.
Cierto: el virus no respeta jerarquías. Ni sociales ni políticas.