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¡Muera la corrupción!

Acabar con la corrupción se ha convertido en el propósito y la bandera principal del actual gobierno. Eso ya se sabía, porque la campaña del ahora presidente estuvo centrada en esa consigna desde hace meses. El propio López Obrador focalizó todos los problemas del país en ese tema. ¿Cómo acabar con la pobreza?: Acabando con la corrupción. ¿Cómo poner fin a la desnutrición, la falta de infraestructura, los bajos niveles educativos, la violencia, la inseguridad y el alza de la criminalidad?: Lo mismo: acabando con la corrupción.

Y en el arranque del nuevo gobierno la corrupción apareció como una enorme cabeza de la hidra que no era tan visible. El robo de combustible estaba ahí, se sabía perfectamente de su existencia, pero a nadie se le ocurría cerrar los ductos. Y cuando el gobierno lo hizo, se abrió la Caja de Pandora. Las filas de automóviles esperando gasolina eran tan largas como las cifras descubiertas de gasolina robada, las cadenas de funcionarios de Pemex posiblemente involucrados y las bandas del narcotráfico que siguieron perforando los ductos y azuzando a la población para llenar sus tambos. El combate al huachicoleo recibió una unanimidad de aplausos, aunque el desabasto ocasionado fue criticado por muchos.

Ahora la gente se pregunta qué sigue. Un amplio sector del respetable público quiere sangre. Que aparezcan los chivos expiatorios de siempre. Que salgan al cadalso los que vivieron con el dinero del erario público a raudales. Los que se sentaron en la silla presidencial para tomarse la foto de la soberbia y el desprecio. Los que lucraron hipócritamente con sus puestos. Los que siguen ahí, con la sonrisa cínica y las maniobras encubiertas. Sin embargo, el presidente ha dicho que no habrá venganzas ni figuras públicas para expiar décadas de robos. Pero que los procesos jurídicos y penales llegarán a sus últimas consecuencias.

Sin embargo, con su proclividad a abrir numerosos frentes de batalla, el gobierno entrante solo espera el aviso. Pero no es tan fácil. La corrupción anida en muy diferentes huecos. En el Sistema Nacional Anticorrupción, se define a la corrupción casi exclusivamente como el desvío de recursos públicos a bolsillos privados. Por eso las medidas van desde la necesidad de licitaciones públicas transparentes hasta la vigilancia de las compras y el seguimiento de los procesos hasta la rendición de cuentas. Pero eso es apenas un ángulo de la corrupción. Desde otra perspectiva, la corrupción también impregna las relaciones subalternas entre los policías, el pago de cuotas de los trabajadores ambulantes a los inspectores de vía, las oscuras protecciones a los presos en las cárceles, la venta de medicamentos caducos, el tráfico de plazas magisteriales en las escuelas, los favores a los jueces para que inclinen las balanzas en el buen sentido, la acumulación de cuotas sindicales, las partidas que desaparecen en los cajones de los municipios.

¿Cuál será el siguiente golpe contra la corrupción? Nadie lo sabe. Pero todos saben que se aproxima.

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