Si las encuestas más recientes tienen destellos de certidumbre, Joe Biden será el próximo presidente de Estados Unidos. No será una tarea fácil, porque de entrada tendrá que lidiar con una tormenta electoral que se anuncia desde la Casa Blanca, y que dificultará contar los votos y saber quien será el ganador.

Pero si Biden logra superar las complicaciones y los desafíos de la primera etapa de su gestión, uno de los problemas más grandes que deberá enfrentar será el de inmigración indocumentada de gente que llega al país de las naciones del sur del continente. Y no se trata solamente de México. Llegan de Guatemala, Honduras, El Salvador, y aún de naciones lejanas que se encuentran en África y el lejano oriente.

Como vicepresidente de Barack Obama, el historial de Biden no fue bueno con los latinos. Sus años en la Casa Blanca lo ubican como el «gran deportador», ya que las deportaciones, lejos de reducirse, fueron en aumento. Se contabilizó un promedio de 250 mil deportaciones cada año.

De llegar a la Casa Blanca, y si realmente quiere marcar una diferencia con los gobiernos predecesores, Biden tendrá que distanciarse no solo de la política inhumana de Donald Trump, sino también de la política de deportaciones implementada durante su propio gobierno, cuando era vicepresidente.