Desde la antigua Grecia, los políticos eran aborrecidos por mentir, cambiar sus ideas de acuerdo al momento político, halagar a sus auditorios con frases del momento, disfrazarse de lobos o corderos según las circunstancias, engañar al pueblo para ganar votos.

No hace mucho tiempo, el candidato republicano a la Casa Blanca dijo que los mexicanos éramos criminales y violadores; ahora dice que los mexicanos que él emplea son encantadores. No hace mucho tiempo, tampoco, el presidente de México afirmó que el candidato en cuestión tenía rasgos de Hitler y Mussolini. Ahora dice que busca con él una relación constructiva.

¿Quién ganó con el encuentro? A corto plazo nadie. Los dos perdieron. Un poco más adelante aparecerán los ganadores: Hillary Clinton y López Obrador.