La mujer designada por Donald Trump para ser la nueva directora de la CIA participó en practicas de tortura. Todo está documentado. Se llama Gina Haspel, y se distinguió después de los ataques del 11 de septiembre de 2001 a las Torres Gemelas de Nueva York por tratar de sacarle la verdad a un sospechoso de Al Qaeda a través del ahogamiento simulado, la privación del sueño, el aseguramiento con grilletes en posiciones incómodas y otros sofisticados métodos de tortura. Los interrogatorios se llevaron a cabo en Tailandia, un lejano país libre de toda sospecha.
Durante mucho tiempo, Gina Haspel fue señalada como torturadora, y las organizaciones defensoras de derechos humanos le bloquearon todas las puertas para su promoción. De cualquier forma, logró colarse y mantenerse como subdirectora de la agencia, hasta que apareció en escena un candidato presidencial que defendió en voz alta a la tortura como un método eficaz para obtener información de los sospechosos.
Ahora, ya como presidente, Donald Trump ha puesto a Gina como la cabeza visible de la CIA, y ha declarado que le guarda un especial respeto por ser una mujer destacada. Parece que no hay nada que esconder en su pasado.