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Belén como refugio

En la misa de Nochebuena, el Papa Francisco dijo que José y María eran una pareja de migrantes y refugiados. Que ambos encontraron un refugio pasajero en el portal de Belén. Y que el nacimiento de Jesucristo fue el origen de un movimiento que tiene que dar cobijo a todos los refugiados y migrantes del mundo.

¨El recorrido de la sagrada familia ejemplifica el camino lleno de peligros que tienen que recorrer aquellos que dejan atrás sus casas, sus pueblos y naciones -dijo el Pontífice-; muchos de ellos buscan mejorar sus condiciones de vida. Pero para otros la emigración es solo un asunto de sobrevivencia.»

Las palabras del Papa tuvieron una resonancia sorda en un mundo que cada vez más se cierra a los extranjeros. La historia del nacimiento de Cristo en un pesebre no parece relevante para la Casa Blanca, que pretende restringir el acceso de los ciudadanos de varios países árabes a Estados Unidos; tampoco para un Reino Unido que se salió de la Unión Europea para expulsar a todos los que no tuvieran sangre inglesa de su territorio; o para el ejército de Myanmar, que provocó un éxodo de todos los miembros del pueblo Rohingya hacia Bangladesh. En Europa, después de la primavera árabe, la consigna parece ser: devuelvan a todos los refugiados a sus países de origen.

El Papa Francisco dijo una homilia a contracorriente de las fuerzas que recorren los cinco continentes: en lugar de encerrarse frente a un mundo que les dio la espalda, la sagrada familia puso el ejemplo que abrió las puertas de los pueblos y las naciones a los extraños. Desde esa perspectiva, Jesucristo fue el heraldo de la ciudadanía universal.

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