En Austria está surgiendo una alianza política que parecía imposible para los extremos del prisma multicolor que ha nutrido a los gobiernos del viejo continente. El canciller Sebastian Kurz, líder de una coalición de centro-derecha que gobernó al país los últimos meses, anunció la formación de un nuevo gobierno con el Partido Verde, la agrupación considerada el rival más opuesto a la ideología de los partidos conservadores.
Las cifras de la última elección, después de una serie de escándalos por malversación de fondos por parte de varios partidos del gobierno, apuntaron en dirección de la alianza. El partido de Kurz, el Partido del Pueblo de Austria, alcanzó un 37.5% de la votación; el Partido Verde, por su parte, alcanzó un 14%.
Ambos partidos hicieron promesas por sacar al país de la corrupción y ponerlo en el camino del desarrollo con bienestar para todos. Parecía un fotomontaje ver a los antiguos rivales acérrimos sonriéndose entre sí de cara al electorado. Sin embargo, por el bien de la estabilidad política del país, parece una alianza estable.
Falta por verse si este pacto dura o llega a su fin rápidamente, cuando se discutan los temas que separan irremediablemente a los firmantes de la alianza, como el asunto de la migración.
La extrema derecha de Austria ha declarado que los emigrantes son «unas ratas inmundas». Así, cualquier pacto se rompe.