Hasta hace poco tiempo, se pensaba que las adicciones estaban relacionadas con sustancias químicas que se comían, se inhalaban o se inyectaban. Heroína, tabaco, alcohol, mariguana, cocaína. Sin embargo, las ciencias que analizan los laberintos del cerebro sostienen que las adicciones están relacionadas con la angustia, el deseo de escapar, el tedio, la ansiedad. Las adicciones pueden tener como objeto el sexo, el juego o el trabajo. El calificativo inglés de workalcoholic es un término moderno, aunque la adicción al trabajo existe desde hace mucho tiempo.
En un libro que acaba de llegar al público, llamado El ascenso de la tecnología adictiva y la habilidad de tenernos atrapados (The Rise of Addictive Technology and the Business of Keeping Us Hooked), Adam Alter sostiene que la adicción a las pantallas es una plaga que va a tener a buena parte de la humanidad atrapada en sus redes en las próximas décadas. No se trata solamente de las amas de casa hipnotizadas con las telenovelas. Ni a los adolescentes zambullidos en los videojuegos. Gracias a las incesantes aplicaciones de los celulares, la proliferación de nuevos dispositivos, la posibilidad de enviar imágenes en vivo desde cualquier sitio, la inmensa producción de juegos que atrapan la atención desde el inicio, el implacable comercio de todos los productos a través de Internet y el flujo de noticias falsas y verdaderas que circulan en las redes, el tiempo que pasan las personas frente a las pantallas se ha convertido en una adicción que supera al alcohol y las drogas.
«Estamos diseñados de tal manera que, siempre y cuando una experiencia nos guste mucho, nuestro cerebro libera dopamina -dice Alter. Recibimos un torrente de dopamina que nos hace sentir de maravilla a corto plazo, aunque a largo plazo adquirimos mayor tolerancia y queremos más.»
El apego a las pantallas genera dopamina.
Adam Alter es un analista del New Yorker, Washington Post y Huffington Post que combina la sicología con la mercadotecnia. Una mezcla tóxica que ha sido utilizada ampliamente por los publicistas. Es el alimento de los anuncios, gingles, spots, modas. Alter ha tratado de recorrer el camino inverso, buscando cómo las fuerzas ocultas de la sociedad pueden modelar las conductas, los pensamientos, las creencias y los sentimientos.
Una pequeña prueba de la nueva adicción, querido lector, es que Usted se encuentra viendo esta pantalla.