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La corrupción, nueva oleada

Dice Héctor Aguilar Camín que México está a punto de entrar en una nueva fase de ese sistema de usos y costumbres del Estado que conocemos como la corrupción. Con el otorgamiento de nuevas concesiones públicas como consecuencia de las recientes reformas, se podría dar el nacimiento de una nueva camada de empresarios, tal y como sucedió en los tiempos de Miguel Alemán, de López Portillo y de Salinas de Gortari. Los escándalos los conoceríamos más tarde.

Aunque muchos malinchistas afirman con convicción que la corrupción es una enfermedad endémica en México, una mirada rápida por el mundo nos dice que, para no hablar de los países árabes o de los del sur africano, también hay corrupción en Estados Unidos, en el Reino Unido, en Francia y hasta en los países escandinavos. De Italia mejor ni hablemos.

Pero no se trata de consolarnos con otros malos ejemplos. La corrupción es un sistema de gradualidades, y por supuesto que su combate tiene que ser una aspiración constante. Por eso habría que imitar los buenos ejemplos de las naciones donde la corrupción es excepcional. Y eso nos habla de dos ingredientes que deben convertirse en el espíritu fundamental de los usos y costumbres de nuestro Estado: la transparencia y la rendición de cuentas.

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