Los uruguayos son muy pocos. Desde hace tres décadas, el país tiene una población que gira alrededor de los 3 millones de personas. En la actualidad, tiene cerca de 3.5 millones, una población que equivale a la del estado de Baja California.
Pero es un pueblo feliz. Después de sufrir una de las dictaduras más atroces en la época militarista de América Latina, a partir de 1985 el país recuperó su cauce democrático y paulatinamente se convirtió en la nación más igualitaria y pacífica del Cono Sur. La clase media uruguaya constituye el sector más grande de la población. La clase privilegiada representa al 10% de los uruguayos, y la pobreza alcanza a menos del 10% de la población. El ingreso bruto por persona fue catalogado como el más alto de América Latina, y la Corporación Latinobarómetro lo clasifica como el país más pacífico y seguro del subcontinente.
Algunos analistas sostienen que, después de la aniquilación de los grupos indígenas que residían en territorio uruguayo, la política del Estado fue de atracción de la emigración europea, y que gracias a ello los futuros ciudadanos uruguayos fueron gente de ideas nuevas, abiertas, democráticas e igualitarias. Que ese fue el cimiento social de la nación.
Otros dicen que la infraestructura económica determinó al grueso de la población, y que como la ganadería es la actividad económica predominante en el país, la población se fue adecuando a ella. Actualmente, existen 12 millones de vacas en el país. Y se necesitan muy pocos vaqueros o pastores para cuidarlas, sacarlas a pastar y devolverlas al corral. Hay 3.5 vacas por cada habitante, y pastorearlas es una tarea sencilla.
No podemos comparar a Uruguay con México. Sería deprimente. En México más de la mitad de la población está en condiciones de pobreza. Y la inseguridad ha sido una pesadilla para la población desde en todo lo que va del siglo.
Más aún, en México hay un problema demográfico que todo mundo ignora. La población crece de manera incontenible. No nos comparemos con Uruguay. Pero si nos comparamos con Japón, el problema es evidente. En 1990, hace 27 años, México tenía una población de 80 millones de habitantes. Japón contaba con 130 millones. Hoy, en un plazo muy corto, Japón ha reducido su población a los 128 millones de personas, y México ya llega a los 123 millones. En un par de años, rebasaremos a Japón.
No nos damos cuenta, pero somos muchos.
Y no felices.