Esta es una de las banderas más importantes que utiliza Angela Merkel para su reelección como Canciller de Alemania. Merkel se encuentra en ese cargo -equivalente a la presidencia de una nación democrática- desde noviembre de 2005, y su gobierno ha sido vapuleado por la crisis de migración que sufre Europa con las convulsiones del mundo árabe, particularmente la guerra en Siria.
El tema del velo que cubre el rostro de las mujeres -llamado según el atuendo Hiyab o Burka- es una arma de doble filo, porque por un lado expresa la sumisión de las mujeres al mundo de los hombres, y por otra puede expresar la libertad de que cada quien se vista como quiera. Pero generalmente se ha interpretado como un símbolo de la separación de las mujeres del resto del mundo y su reclusión permanente en sus hogares, algo mal visto por la civilización occidental y la igualdad de género.
Ahora Merkel aboga por el rostro sin velo, pero no dice que será prohibido del todo. Solo en algunos lugares -como en la seguridad de los aeropuertos- las mujeres son obligadas a quitárselo.
Para obtener su reelección, en un clima fuertemente influenciado por las corrientes ultraderechistas que buscan cerrar las puertas a la migración, Merkel tiene que aparecer como una dura defensora de los valores democráticos frente a las ideas religiosas de los fieles del islam. Por eso dice en sus discursos que «las leyes de Sarah no estarán por encima de la legislación alemana.»
En los dos últimos años, al admitir en Alemania a más de un millón de migrantes árabes, Merkel ha caminado en la cuerda floja. Sus críticos la tachan de demasiado flexible a la hora de defender las fronteras del país. Por eso ahora tiene que jalar sus propias bridas, y aparecer frente a los electores como una mujer de mano dura con ciertas costumbres musulmanas.
Pero en el fondo no lo es. Merkel ha criticado abiertamente los planteamientos de Donald Trump -desde sus posturas sexistas y xenófobas hasta su alejamiento de la OTAN-, y todo indica que si gana las elecciones no será una aliada de sus políticas. Sobre todo si el nuevo inquilino de la Casa Blanca decide hacer un frente común con Rusia y Bashar al-Assad para aplastar a la oposición en Siria.