Con la muerte de Fidel Castro se cierra una época. Y se abre otra. Curiosamente, muy parecida a la anterior. Fidel Castro representó el enfrentamiento de Estados Unidos con su peor enemigo hasta la desaparición de la Unión Soviética, y el aislamiento de la isla hasta que Barack Obama decidió restablecer relaciones con Cuba. En agosto del año pasado, Estados Unidos abrió su embajada en La Habana, se ampliaron las facilidades para las visitas entre los dos países y se flexibilizaron las regulaciones comerciales, aunque el embargo histórico contra la isla subsiste.

Con el ascenso de Donald Trump se reabre la ruta de la confrontación y, aunque nadie lo ha mencionado, probablemente la guerra. Trump dijo durante su campaña que revertiría todo lo que hizo la administración Obama para acercarse a Cuba. Y a principios de este mes, las autoridades cubanas anunciaron el despliegue de maniobras militares contra una probable invasión extranjera.

Si Trump no está interesado en atizar el fuego bélico contra Cuba, lo más probable es el regreso de la guerra fría.

Y ahora sin Fidel Castro.