Ahora que Stephen Bannon ha dejado de ser el estratega principal de Donald Trump, dos personajes despuntan como los nuevos asesores del  presidente: su hija y su yerno.

Ni Jared Kushner -su yerno- ni Ivanka Trump -su hija- tienen experiencia política o en algún cargo gubernamental, pero eso no importa. Kushner administra un imperio de bienes raíces heredado por su familia, e Ivanka empezó una marca de ropa cuyas ventas se dispararon al cielo por ser la hija del presidente.

Sin ser un funcionario del staff de la Casa Blanca, Kushner se ha ido incorporando a un importante listado de temas, muchos de los cuales ya maneja con relativa autonomía. A sus 36 años, se ha convertido en un joven diplomático que viaja y maneja temas como la paz en Medio Oriente, la epidemia de drogas opiáceas, las relaciones de Estados Unidos con China, las relaciones con México y la reorganización del gobierno federal.

La hija de Trump -Ivanka-, ha sido señalada como la principal asesora en el tema del ataque a Siria, después de que vio las fotografías de los niños afectados por las armas químicas. Según su hermano Erick, fue Ivanka quien convenció a su padre de dar una respuesta armada al gobierno de Bashar Al Assad.

Los defensores de la pareja afirman que, más allá del nepotismo y la tradición tribal de convertir a los familiares en asesores, lo bueno del asunto es que solo los familiares pueden moderar el carácter errático y temperamental de Donald Trump.

Vaya argumento.